La ‘nueva normalidad’ que ha creado la pandemia del COVID-19 está cambiando ya muchas cosas, pero en algunos ámbitos, como el alimentario, resulta aún más urgente adaptar procesos y productos a los nuevos estándares de seguridad y asepsia.

Uno de los criterios generales que guían estos cambios tiene que ver con la economía en el manipulado y transporte; en otras palabras, eliminar de la cadena de suministro todas las etapas y actores que no sean imprescindibles para minimizar los riesgos de contaminación.

 

Máquinas de hielo para la era del COVID-19

 

El concepto del ‘kilómetro cero’, que en los últimos años se ha extendido con éxito entre productores y consumidores, se ajusta a la perfección a las exigencias del nuevo escenario. Recordemos sus virtudes.

Consumir productos que han sido cultivados y elaborados en el entorno más próximo minimiza la huella ecológica del transporte y la logística; facilita la trazabilidad; reduce o elimina el uso de conservantes; simplifica el envasado y disminuye o excluye el consumo de plástico; enriquece el propio territorio… Pues bien, ahora hay que añadir la indudable ventaja de reducir enormemente las posibilidades de contagio.

Curiosamente el hielo rara vez es citado entre los productos a los que se atribuyen las bondades del ‘kilómetro cero’. Nos preocupan, con motivo, los fungicidas, los conservantes y los envases plásticos, pero olvidamos que estamos mezclando nuestro trabajado cóctel con 100 grs de agua en forma de cubitos de hielo, o que exhibimos el mejor pescado ¡durante horas! apoyado sobre escamas de hielo.

El control más eficaz sobre la calidad y la sanidad del hielo, en hostelería y en otros sectores que lo requieren, es el que podemos ejercer personalmente y, en este sentido, las máquinas que fabrican cubitos no tienen competencia: usan el mismo agua que el negocio destina a la cocina, a la limpieza o la bebida; administran la fabricación y el almacenaje de acuerdo a las necesidades y a los horarios de mayor y menor consumo; aseguran la ausencia de cal y otras impurezas; se conocen los costes exactos del producto; libera de la disponibilidad del proveedor y -lo que aquí nos interesa-, garantiza al 100% un hielo libre de COVID-19.

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